Subrogación corporal

Paco Sánchez – 22 de abril de 2015

Molly Bullner es vegetariana y tiene el turno de mañana, pero son más de las diez y sigue esperando en la comisaría para renovar su tarjeta identificativa. Le precede un mamífero ungulado vestido con ropa deportiva y el pelo distraído. Por suerte las cabras no son muy locuaces y tras estampar su pezuña en un par de documentos termina su gestión. Molly se sienta frente a un henchido funcionario con el jersey adherido por completo al tronco y un perfecto cuello de caja que le confiere catadura de submarinista de aldea irreductible.

–Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?

–Hola, me gustaría renovar mi tarjeta identificativa.

–Le informo de que este trámite tiene un coste de veinte Calcos.

–Entonces no lo haga, mi decadencia económica es completa e irreversible, deme de baja como ser, por favor.

–Lo que me pide es peliagudo, señora Bullner, la tarjeta identificativa es obligatoria en nuestra sociedad. Si usted sale del sistema deberá entregar la custodia de su cuerpo al Estado.

–Eso no es problema, el cuerpo ya solo me procura gastos y aflicción. Proceda, proceda.

–Está bien, si ese es su deseo… Firme estos consentimientos, la subrogación corporal y grabe la anuencia oral antes de depositar su voz en esta cavidad.

Molly termina las diligencias y se lo comunica al funcionario con un gesto, ya sin palabras.

–Por favor, señora Bullner, acompáñeme al pontón de las redenciones.

puenteMolly asiente y sigue al burócrata. Atraviesan una puerta y dos ventanas con ligereza. Llegan a una enorme estancia aséptica truncada por un fragmento de realidad y un puente de madera que une ambas partes.

–Señora, camine hasta la mitad del pontón, mire al frente y déjese caer. Su cuerpo se transferirá a uno de los entes incorpóreos que deambulan por debajo del puente y han solicitado sustancia en la cual materializarse. No tema, no sentirá dolor, solo descanso.

Molly se dirige hasta el centro del puente, gira noventa grados sobre su eje, mira hacia abajo…

–¡Señora Bullner, hable, diga algo! ¡¿Qué demonios le ocurre, está soñando con los ojos abiertos, ha comprendido los términos y condiciones de la hipoteca que está a punto de firmar?!

–Disculpe, señor notario. Sí, ahora sí los he comprendido. Me marcho. Que les vaya bien.

6 Comentarios

  1. Víctor J. Sanz

    Solo te puedo responder con una palabra, cuatro sílabas y diez letras: FANTÁSTICO.
    Oportuna y pertinente infrarrealidad que subyace en todos nosotros de una u otra manera, en una u otra intensidad, con una u otra empatía.
    Todos hemos sido, somos o seremos Molly.

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  2. Ana

    Es buenísimo, no me extraña la recomendación pertinaz de mi amiga que de vez en cuando dice lo de «deme de baja como ser» con la acotación: como dice este chico del blog tan gracioso, ese que nos recomendaste…
    Gracias por compartir estas genialidades.

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