Ejecución sostenible

Francisco Javier Sánchez Palomares

Después de la orgía gastronómica con Charlotte en el Oyster y el posterior festín en el hotel, proseguí con la búsqueda del local idóneo para el negocio que traía entre manos con Lou. Char ya no me acompañaba, habíamos vuelto a discutir, por la razón de siempre; fuera de un casi cabe más que dentro de él.

Había echado el ojo a un viejo teatro y me reuní con el matrimonio que lo arrendaba. Cuando salí, busqué un teléfono para llamar a Lou y, por casualidad, el primero que encontré, a siete manzanas de allí, estaba en el bar donde servían las copas más suculentas de la ciudad. De modo que maceré en alcohol la conversación recién mantenida y procedí a descolgar el teléfono:

—Operadora, póngame con el 4772 de Roiston Street.

—Lou, soy Trévor. He localizado a un tipo, Johnny Korgan, alquila un antiguo teatro en el 1301 de Surf Avenue. Hay que reformarlo entero.

—…

—Ahí no, frente a la comisaría, donde solías jugar al backgammon las noches sin luz con aquella pelirroja esposada al somier.

—…

—Quiere cinco mil a la semana, tres meses por adelantado y quince días con los gastos pagados en el Sheraton de Calgary para él y para su prima.

—…

—¡¿Cómo diantres voy a saber para qué quieren ir a Canadá?! Tal vez sean cultos, no beban, o tengan conciencia ecológica. Ahora hay de todo por aquí fuera.

—…

—¡Ya sé que su prima no es su prima! ¿Qué cambia eso? ¿Crees que delante de su mujer me va a decir: me voy a Canadá a yacer con ayuda química tres veces al día con la secretaria tan eficiente que contraté hace dos años y que, además de sus múltiples habilidades, si exceptuamos la mecanografía, no se queja de mi disfunción eréctil mientras le pague la…

—…

—¡Demonios, Lou!

—…

—Sí, es caro. No creo que pueda bajarlo a menos de cuatro mil, hay mucha demanda, ¿cuántos locales libres crees que hay en la ciudad con capacidad para novecientas personas, techos altos para que quepa la guillotina y licencia en vigor de ejecuciones? Exacto, solo éste.

—…

—No, el viejo granero lo alquiló hace unas semanas Ted Isbert para sesión continua de garrote vil viernes, sábado y domingo. Además, regala palomitas con la entrada, así que no seas mezquino y vete pensando algo atractivo.

—…

—No, no podemos permitir fumar en el recinto, Lou, por dos motivos: primero, los federales nos retirarían la licencia de ejecuciones; segundo, habrá niños, ¿qué ejemplo les estaríamos dando? Por favor…

—…

¡Por el amor de Dios, Lou! ¡¿Cómo vamos a ejecutar al aire libre?! ¿Te has vuelto loco, acaso quieres que se constipe el reo? ¿Los ajusticiamos con una rebequita por los hombros? Se nos echarían encima las asociaciones de derechos humanos. Eso sin contar el condenado sindicato de verdugos del Medio Oeste. Tienes ideas de bombero retirado.

—…

—Claro, así es. Además, el teatro se construyó sobre una antiguo matadero, podemos emplear las instalaciones interiores para el asunto del reciclaje.

—…

—Sí, Lou, lo del fiambre, ¿no lo recuerdas?

—…

—Pero a este tipo no podemos liquidarlo antes de alquilar el local, recuerda lo que ocurrió con el propietario de la cancha de baloncesto. Lemin Brike lo aprovechó, nos birló el recinto y se está haciendo de oro programando ejecuciones de asesinos veganos en la silla eólica. Y ha construido un aparcamiento cubierto de placas solares para recargar las baterías de los coches eléctricos en los que llegan los espectadores a presenciar el ajusticiamento sostenible.

—…

—De acuerdo, Lou, yo me encargo. Saldrá bien. Mañana te llamo.

—…

—¿Problemas? No, Lou, no tendremos problemas, vamos a trabajar con personas, no con animales.

Shore
Shore Theatre, Brooklyn, Nueva York.

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