El beso permanente™

Francisco Javier Sánchez Palomares

beso
Foto Estrella Fdez.-Martos

—Disculpe, señorita, con las prisas se le ha debido de caer este beso.

—Oh, gracias, pero no es mío, solo hago uso del beso permanente™.

—Mi rizo, sin embargo, es natural.

—Lo noté en seguida, caballero. Trabajo en televisión y pasamos más horas en peluquería que frente al camarógrafo.

—Sí, han de ser muy pacientes. Yo también me he fijado en algo; no quiero parecer atrevido, pero mientras caminaba tras usted, observé que utiliza las nuevas medias de nylon sin costura.

—No se preocupe, me halaga su observación, no soy de esas mujeres que se ponen prendas para que no se las mire nadie. Además, creo que las medias de nylon y el beso permanente™ son los dos adelantos más importantes para las mujeres de hoy.

—Perdone mis modales, mi nombre es Marcel DuPont y soy el inventor de las medias que usted luce.

—¡Corcho, además de guapo es usted inteligente! Oh, lo siento, no quise decir que es usted guapo, ni inteligente, bueno, sí, pero no de esa manera tan torpe…

—Señorita, no se preocupe, no ha de justificarse.

—Gracias, en ocasiones mi pasado de cabaretera me juega malas pasadas. Me llamo Jane Leginer y soy modelo publicitario.

—Ahora que sé su nombre me resultará más fácil invitarla mañana a las carreras. Si no le parece muy osado.

—No, no, señor DuPont, quiero decir sí, sí quiero ir, pero que no me parece osado… ¡Vaya, ya me lié otra vez! ¿Se refiere usted a las carreras de caballos, verdad?

—Sí, señorita Leginer. Me encanta su naturalidad. En tal caso, pasaré a recogerla mañana a las seis. Puede usted portar sus medias, es un producto tan logrado que soporta incluso las carreras.

—Maravilloso, señor DuPont. Hasta mañana.

—Hasta mañana.

—¡Espere, señor DuPont! Esto no es una película de Hollywood, no le he indicado dónde ha de recogerme.

—Disculpe, en ocasiones mi pasado de bebedor me juega malas pasadas.

—No pasa nada. Vivo en el 773 de Hampshire Avenue. La casita de las tejas blancas. Es que mi primer trabajo en televisión fue un anuncio de dentífrico, ¿sabe?

—Perfecto. A las seis en punto.

Marcel condujo su Playmouth del 36 de vuelta a casa con los labios de Jane incrustados en su cabeza y el beso que encontró tirado encerrado en la guantera. La patente de las medias sin costura le sacó a flote después de una pequeña mala racha de veinte años y no estaba dispuesto a dejar escapar a la mujer que le provocaba esa sonrisa.

—¿Había estado usted antes en las carreras?

—Invitada por un varón, no. De niña me colaba con mi hermana Margarite para copiar los modales de las damas de la alta sociedad.

—A usted no le hace falta domar su naturaleza con ardides educados.

—Tengo que confesarle que aquel beso que usted encontró sí era mío. Me avergonzaba no estar a la altura y no me atreví a reconocerlo.

—Algo me dijo que debía guardarlo. Yo he de confesarle que no sé lo que es el beso permanente™.

—Señor DuPont, las reminiscencias de mi pasado hacen que me apetezca explicárselo en un lugar más íntimo.

—No es necesario que insista, levantémonos y vayamos a mi casa.

—No es necesario que me trates de usted, Marcel.

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