Bogavante, no hay más vino

Paco Sánchez

El marisco siempre fresco
El marisco siempre fresco

—He traído ajos de Villaconejos, Trevor —dijo con una ristra sobre el pecho.

—No esperaba menos, Susan.

—No estaba segura de si el arroz con bogavante llevaba cebolla.

—Según. En todo caso es mejor no echar mucha. Tengo una buena cebolla, muy dulce. Por cierto, ¿prefieres vino o cerveza mientras preparamos la comida?

—Ay, Trevor, se me olvidaba, ya que estaba por el Sureste madrileño he adquirido vino en Colmenar de Oreja, en una cooperativa muy agreste, mira qué garrafa de plástico traslúcido más estupenda. Me he dicho: ¡diablo, me voy a dar un capricho! Cinco litros.

—¿No será desabrido, Susan?

—No creo, la ingeriremos en su totalidad. Ya verás. ¿En qué te puedo ir echando una mano?

—Pélame la cebolla. Pero primero sirvamos un poco de vino. Voy a sacar dos copas.

Susan quitó el precinto de plástico verde de la garrafa con la boca y derramó con alegría el morapio hasta que llenó los senos de las copas.

—Veo que entiendes de vino.

—Una barbaridad, Trevor. Mi padre siempre me enviaba a por vino a la bodega del Costan. Todos los días bajaba con mi botella de Arrendadora. Esas de cristal con el tapón de porcelana que para abrirlas había que hacer así. —Mueve la mano como si desnucara un buceador hacia dentro de la barca.

—Comprendo. Yo voy a preparar el fumet. Para el placer sensorial es muy importante el caldo. ¿Un cigarrito?

—Sí. Voy a abrir una rendijita para que se vaya el humo.

—Pero no abras mucho, la vecina de enfrente, la del loro, es muy cotilla y solo llevamos puesto el delantal.

Agua, sal, laurel, cabezas de gambas, rape, puerro, nabo, ajo, cebolla y zanahoria. De reojo veía cómo Susan cortaba la cebolla al ritmo de una cocinera experimentada. Su anatomía se flanbeaba con primor. Así que no vi otra opción que agarrale el culo y penetrarla contra la encimera. Golpe a golpe, beso a beso.

—Trevor, sigo… picando pimiento rojo… y ajo para el sofrito —jadeó.

—Si quieres…, córtalo en trozos grandes… por si algún canalla lo quiere apartar luego.

—Uf, qué bien te ha quedado el caldo, Trevor —comentó al cabo de unos minutos.

—Y a ti el sofrito. Voy a añadir el arroz bomba. Unas vueltas, el fumet, azafrán. Rellena las copas, por favor, que se han derramado.

—Bebe.

—Sí.

—Añade el bogavante, a ver si se te va a olvidar, que se te ha quedado la cara como a San Juan de la Cruz.

Durante los minutos que duró la cocción nos vestimos y nos peinamos con los dedos.

—Esto ya está. Lo apagamos, le ponemos un paño por encima y que repose un rato.

—Espero que después del escándalo que están armando en el salón, a tus padres y a mis hermanos les guste como ha quedado, Trevor.

—¿La última copa de vino, Susan?

—Ya lo creo.

(No realicen esta receta sin lavarse las manos)

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